La palabra memoria procede del adjetivo latino memor-memoris, que significa «el que recuerda», «el de buena memoria», o, más escueto y en plan Borges, «el memorioso». También en la lengua de Ovidio, el sufijo alia indica «conjunto»/»serie»/»grupo»/… De modo que, traduciendo del latín clásico, el nombre de nuestra empresa, Memoralia, etimológicamente quiere decir algo así como «conjunto de memoriosos» (literal), o en lenguaje rabiosamente actual, «colectivo de ciudadanos/as de altas capacidades memorísticas». En cualquiera de sus formas, tal definición nos sienta como un guante, ya que estamos consagrados al servicio de la memoria en todas sus facetas: construirla, preservarla, rescatarla, utilizarla…
El estudio de la memoria sólo se establece como materia de investigación científica sistemática a finales del siglo XIX, de la mano de las nuevas disciplinas que surgen entonces (psicología y neurociencia). Hasta hoy, gran parte de sus misterios sigue sin resolverse, y las certezas son escasas y parciales. Es una materia de estudio todavía en su infancia.
Sin embargo, el concepto original de memoria y los primeros estudios sobre el tema no son precisamente nuevos, sino que datan de la Antigüedad clásica y se encuentran reflejados en la obra de los principales filósofos griegos y eruditos romanos. Hoy vamos a hablar de los primeros y, en un próximo post, de los segundos.
LA MEMORIA EN LA ANTIGUA GRECIA
En griego clásico, su nombre es mnemos/mnemou, -raíz de palabras españolas bien conocidas, como mnemotécnica, o amnesia- y su importancia conceptual es anterior al nacimiento de la filosofía griega; en la mitología arcaica ya se la representa como Mnemosine, divinidad que engendra con Zeus a las nueve musas, principio de toda potencia inspiradora, y sucesora de un mito más antiguo e indoeuropeo: el de los dos ríos (Memoria y Olvido) en el tránsito hacia la reencarnación.
Como concepto real y humano, el primer filósofo en definirlo y explicarlo es nada menos que Platón, con su inagotable talento para crear las imágenes más bellas. Explica la memoria mediante la metáfora de un escribano interior que, a golpe de punzón, graba letra a letra sobre tablillas de cera el libro del alma, y al que después sustituye un pintor interior, que plasma la imagen de lo escrito, fijándola. Aún más interesante es su diálogo Teeto, donde consigna las opiniones de Sócrates, -el primer gran maestro de filosofía qué floreció en aquella Atenas luminosa-, y donde éste manifiesta, entre otras cosas, su rechazo a introducir la escritura en la educación, pues considera que facilita demasiado la tarea del alumno, que así no estimula ni trabaja la memoria y acabará por perderla. Es exactamente el mismo argumento que hoy en día esgrimen los detractores de la educación «tecnológica»: los ordenadores en las aulas acabarán con el estímulo y el trabajo memorístico de los alumnos, que perderán capacidades al no ejercitarlas. Si Sócrates se equivocó al rechazar el progreso, ¿tal vez los opositores de hoy se equivocan también?
El otro titán de la filosofía griega, Aristóteles, creyó haber encontrado la localización física de la memoria, situándola en el corazón. Le dedicó todo un tratado (apéndice de su obra De Anima –Sobre el alma-) en el que distingue dos capacidades distintas para fijar los recuerdos: la memoria y la reminiscencia. La primera se define, no como una sensación o un juicio, sino como un estado o situación de uno de ellos (sensación o juicio) cuando ha pasado el tiempo; pertenece a la parte del anima (nada que ver con el alma cristiana separada del cuerpo) llamada imaginación, porque lo recordable es aquello que, por ser sensible, es susceptible de imaginación (crear una imagen). En cambio, la reminiscencia es una función del logos, pertenece a la parte racional, porque es la capacidad de reconstruir y reelaborar verazmente el pasado a través de la asociación de ideas –un proceso de caza del recuerdo-. Sorprendentemente, también este texto resulta de plena actualidad, pues tal proceso es idéntico a las modernas «reglas mnemotécnicas», aplicación de ciertos recursos útiles para memorizar, aprender o recordar, e incluso en terapias para trastornos psíquicos.
También los libros biográficos de Memoralia resultan una variante de esas terapias, pues durante el proceso de evocar en voz alta, cada recuerdo va iluminando otros que parecían perdidos, logrando al final recuperar la memoria de una vida con notable nitidez.
¡Feliz semana a todos!